Alfonso X de Castilla y su corte. El rey fue el máximo promotor de la literatura medieval en España. |
Comenzaré este nuevo bloque apuntando que así como los cuentos de autor son para seleccionar y para ver, por el contrario, los cuentos folclóricos son para adaptar y para contar. Con esto quiero decir que estos cuentos podemos cambiarlos en función de nuestros alumnos o de lo que queramos conseguir en ellos.
Algunas de las características de la literatura folclórica que hemos tratado en clase son las siguientes:
̵ No tiene autor: porque quien la ha creado ha sido el paso del tiempo y todas las personas que lo han ido transmitiendo a cada momento. Por lo que sería imposible llegar a conocer las versiones originales, y seguramente tendrían muy poco parecido.
̵ Multitud de variantes: estas historias presentan multitud de variantes en distintos lugares y distintos siglos. Debemos adaptarlos siempre a los gustos o intereses de la gente a quienes se lo vamos a contar. Como ya he dicho, son cuentos para adaptar. Que alguien lo haya escrito en algún momento, no impide que nosotros lo sigamos adaptando.
̵ Son textos populares: del pueblo, que corrían de boca en boca. No son textos cultos, ni prestan atención a la forma, lo que importa es el contenido. Al ser algo popular, refleja las costumbres del pueblo, pero también sus miedos, sus deseos, sus sueños…
̵ No son textos infantiles: y jamás lo han sido. Son textos que antiguamente se transmitían al calor de la lumbre, por lo que también se llaman textos del hogar.
̵ Dedicados a los adolescentes: porque son ellos quienes más aprenden de estos textos. Como ejemplo que hemos visto en clase es que el protagonista suele ser un niño o niña que se ve obligado a salir de su hogar, de esa protección familiar y así enfrentarse él solo con los problemas de la vida adulta hasta que consigue casarse, formar su propio núcleo familiar y así cerrar el círculo.
Como un ejemplo más específico y que todos conocemos, Caperucita, una adolescente que se ve obligada a salir de su casa (protección familiar) e ir a ver a su abuelita. En el cuento original la versión de Perrault, Caperucita se queda por el camino.
Otro es Hansel y Gretel, lo que reflejan es el viaje iniciático de un niño para pasar a la edad adulta.
Aún así, estos textos están dedicados a toda la familia.
̵ No son textos machistas: solamente reflejan la cultura de la época, las costumbres, el dia a dia y cómo era la vida,la madre trabaja en casa, el padre fuera… pero aún así, podemos adaptarlo. Además, en muchos de estos cuentos, o historias, es la mujer quien elige su camino y quien decide sobre su vida y sus actos.
La Cenicienta
Charles Perrault
Érase un gentil-hombre que casó en segundas nupcias con una mujer altiva y huraña como otra no haya habido. Tenía dos hijas, como ella orgullosas y que en todo se le asemejaban. El esposo tenía una hija, cuya dulzura y bondad nadie aventajaba; cualidades que asemejaban las de su difunta madre, que fue buena entre las buenas.
Apenas celebradas las bodas, la madrastra hizo pesar su pésimo carácter sobre la joven, cuyas buenas cualidades no podía sufrir, tanto menos cuanto comparadas con las de sus hijas, éstas aparecían más despreciables. Encargole las más humildes faenas de la casa; debía fregar los platos y los chismes todos de la cocina, barría los cuartos de la señora y de sus dos hijas; dormía en el granero y en un mal jergón, mientras sus hermanas estaban en habitaciones bien amuebladas, tenían camas lujosas y grandes espejos, en los que se veían de la cabeza a los pies. La desdichada sufría con paciencia y no osaba quejarse a su padre, quien la hubiera reñido, pues estaba dominado por su mujer.
Cuando había terminado su tarea iba a un rincón de la chimenea y se sentaba encima de la ceniza, lo que dio origen a que la aplicaran un feo mote; mas la menor, que no era tan mala como su hermana, la llamaba Cenicienta, a pesar de lo cual la pobrecita, con sus remendados vestidos, era cien veces más hermosa que sus hermanas a pesar de sus magníficos trajes.
En aquel entonces el hijo el rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas y también a las dos señoritas, que figuraban en primera línea entre las de aquel país. Hételas ocupadas en escoger los vestidos y adornos que mejor habían de sentarles, de lo cual había de resultar aumento de trabajo para la Cenicienta, porque ella era la que repasaba la ropa de sus hermanas y cuidaba del atadillo y pliegues de sus jubones. Sólo se hablaba del traje que se pondrían.
Yo, dijo la mayor, llevaré el vestido de terciopelo rojo y un aderezo de Inglaterra.
Yo, añadió la menor, me pondré las sayas que acostumbro llevar, pero, en cambio, ostentaré mi manto recamado de flores de oro y mi adorno de diamantes, que es joya de las mejores.
Mandaron llamar a una buena peinadora para que hiciera maravillas, y enviaron por lunares a la tienda donde mejor los fabricaban. Llamaron a la Cenicienta para pedirle su opinión, porque su gusto era exquisito, y les dio excelentes consejos y hasta se ofreció para peinarlas, lo que aceptaron sus hermanas.
Mientras las estaba peinando, le dijeron:
- Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
- ¡Ay; señoritas, ustedes se burlan de mí! ¡No es al baile donde debo ir!
- Tienes razón: ¡cómo reirían si viesen a una joven como tú en el baile!
Otra que no hubiese sido la Cenicienta, las hubiera peinado mal; pero era buena y las peinó perfectamente bien. Casi dos días estuvieron sin comer, tanta era su alegría; rompieron más de doce lazos a fuerza de apretar para que su talle fuese más chiquitito y pasaron todo el tiempo delante del espejo.
Por fin llegó el tan deseado día; fuéronse al baile y con la mirada siguiolas la Cenicienta hasta perderlas de vista. Cuando hubieron desaparecido se puso a llorar. Su madrina, al verla anegada en llanto, preguntole qué tenía.
-Yo quisiera... yo quisiera...
Los sollozos le embargaban la voz y no podía continuar. Su madrina, que era hada, le dijo:
-¿Deseas ir al baile? ¿He adivinado?
-¡Ah!, sí; contestó la cenicienta suspirando.
-¿Serás buena?, le preguntó su madrina. Si lo eres, irás al baile.
Llevola a su cuarto, y le dijo: -Ve al jardín y tráeme una calabaza.
La Cenicienta fuese en seguida a buscarla y cogió la más hermosa que encontró, entregándola a su madrina, sin que acertase a adivinar qué tenía que ver la calabaza con el baile. Su madrina la vació, y cuando sólo quedó la corteza, tocola con su varita, e inmediatamente convirtiose la calabaza en una magnífica carroza dorada. Fuese luego en busca de la ratonera, donde halló seis ratones, todos vivos. Dijo a la Cenicienta que levantara un poquito la trampa, y cuando salía uno, le daba un golpecito con su varilla, transformándose inmediatamente el ratón en un soberbio caballo; de modo que reunió un magnífico tiro de seis corceles de un hermoso gris de rata que admiraba.
Pensando estaba de qué haría un cochero, cuando la Cenicienta dijo:
-Veré si ha quedado algún ratón en la ratonera y le convertiremos en cochero.
-Buena idea, contestole. Ve a mirarlo.
La Cenicienta volvió con la ratonera en la que había tres grandes ratas. La Hada escogió una entre las tres, dándole la preferencia por su barba; y habiéndola tocado con la varilla, se transformó en un fornido cochero con gruesos bigotes.
Luego le dijo:
-Ve al jardín y tráeme seis lagartos que encontrarás detrás de la regadera.
Así lo hizo, y en el acto su madrina convirtió los lagartos en otros tantos lacayos, que inmediatamente subieron a la carroza con sus libreas galoneadas, manteniéndose firmes como si en su vida hubiesen hecho otra cosa.
La Hada dijo entonces a la Cenicienta:
-¡Vaya!, ya tienes lo necesario para ir al baile. ¿Estás contenta?
Sí, madrina; pero, ¿iré al baile con mi feo vestido?
Su madrina tocola con la varita y sus ropas se convirtieron en vestidos de oro y seda recamados de pedrería. Luego le dio unas chinelas de cristal, las más lindas que humanos ojos hayan visto. Subió la Cenicienta a la carroza y su madrina le recomendó con mucho empeño que saliese del baile antes de medianoche, advirtiéndola que si permanecía en él un momento más, la carroza volvería a convertirse en calabaza, los caballos en ratones, los lacayos en lagartos y sus hermosos vestidos tomarían la primitiva forma que tenían.
Después de haber prometido a su madrina que se retiraría del baile antes de medianoche, fuese llena de alegría. Diose aviso al hijo del rey de que acababa de llegar una gran princesa desconocida y corrió a recibirla. Le dio la mano para que bajara de la carroza y llevola al salón donde estaban los convidados. A su entrada reinó un gran silencio, cesaron todos de bailar y pararon los violines, tanta fue la impresión producida por la extraordinaria belleza de la desconocida y tan grande el deseo de contemplarla. Sólo se oía el confuso murmullo producido por esta exclamación que salía de todos los labios.
-¡Qué hermosa es!
El mismo rey, a pesar de su vejez, no se cansaba de mirarla y decía en voz baja a la reina que hacía mucho tiempo que no había visto una mujer tan bella y amable. Todas las damas estaban absortas en la contemplación de su tocado y vestidos con el propósito de tener otros iguales al día siguiente, sí bien dudaban encontrar telas tan bellas y modistas hábiles para hacerlos.
El hijo del rey llevola al puesto más distinguido y luego la invitó a danzar. Bailó con tanta gracia que aun la admiraron más. Sirviose un espléndido refresco, pero nada probó el joven príncipe, pues sólo pensaba en mirarla. La Cenicienta fue a sentarse al lado de sus hermanas, con quienes mostrose muy amable, dándoles naranjas y limones de los que el príncipe le había ofrecido, lo que las admiró mucho, porque no la conocieron.
Mientras estaban hablando, la Cenicienta oyó que el reloj daba las doce menos cuarto. Hizo una gran reverencia a los asistentes y se fue tan deprisa como pudo. En cuanto llegó a su casa dirigiose al encuentro de su madrina, y después de haberle dado las gracias le dijo que desearía volver al baile el siguiente día, por que el hijo del rey se lo había rogado. Ocupada estaba en referir a su madrina todo lo que había ocurrido, cuando las dos hermanas llamaron a la puerta. La Cenicienta fue a abrir, y les dijo:
-¡Cuánto habéis tardado en volver!
Al mismo tiempo se frotaba los ojos y se desperezaba como si acabara de despertar, por más que no hubiere pensado en dormir desde que se separaron. Una de sus hermanas exclamó:
-Si hubieses estado en el baile no te hubieras fastidiado, pues ha ido la más hermosa princesa que pueda verse, quien se ha mostrado con nosotras muy amable y nos ha dado naranjas y limones.
Extraordinario era el júbilo de la Cenicienta. Preguntoles el nombre de la princesa, y le contestaron que se ignoraba, añadiendo que esto hacía sufrir mucho al hijo el rey, que daría todo lo del mundo por saberlo. Sonrió la Cenicienta, y les dijo:
-¿Era muy bella? ¡Dios mío!, cuán dichosas sois vosotras; también lo sería yo si pudiese verla. Hermana mía, préstame tu vestido amarillo, el que te pones cada día.
-¿Crees que he perdido el juicio? No estoy loca rematada para prestar mi vestido a una fea y sucia como tú.
La Cenicienta contaba con esta negativa, que no le pesó, pues no hubiera sabido qué hacerse si su hermana hubiese accedido a su demanda.
Al día siguiente las dos hermanas fueron al baile y también la Cenicienta, pero más adornada que la vez primera. El hijo del Rey no se apartó de su lado y no cesó de hablarle con gracia. Con gusto le oía la joven, hasta tal punto que olvidó lo que su madrina le había encargado y sonó la primera campanada de medianoche, cuando creía que no eran las once. Levantose y huyó con la ligereza de una corza, seguida del príncipe, pero sin que pudiera alcanzarla, y en su fuga perdió una de las chinelas de cristal, que el hijo el rey recogió. La Cenicienta llegó a su casa muy cansada, sin carroza, sin lacayos y con su feo vestido, pues de su magnificencia solo le había quedado una de las chinelas de cristal, la pareja de la que había perdido. Preguntaron a los guardias de las puertas el palacio si habían visto salir a una princesa, y contestaron que sólo habían visto salir a una joven muy mal vestida, cuyo porte era más bien el de una campesina que el de una señorita.
Cuando las dos hermanas regresaron del baile preguntoles la Cenicienta si se habían divertido mucho y si la hermosa princesa había asistido. Contestaron afirmativamente, añadiendo que al dar medianoche había huido con tanto apresuramiento que había dejado caer una de sus chinelas de cristal, la más linda del mundo.También contaron que el hijo del rey la había recogido, y que hasta acabar el baile no había hecho otra cosa que mirarla, lo que demostraba que estaba enamorado de la joven a quien la diminuta chinela pertenecía.
Dijeron la verdad, pues pocos días después el hijo del rey mandó publicar a son de trompeta que se casaría con aquella a cuyo pie se amoldase exactamente la chinela. Se comenzó por probarla a las princesas, luego a las duquesas y después a todas las señoritas de la corte. Lleváronla a casa de las dos hermanas, que hicieron grandes esfuerzos para que su pie entrase en la chinela, pero sin lograrlo. La Cenicienta que las estaba mirando, reconoció su chinela y les dijo riendo:
Dejad que vea si mi pie entra en ella.
Sus hermanas soltaron la carcajada y de ella se burlaron. El gentil-hombre que probaba la chinela, miró con atención a la Cenicienta, vio que era muy bella y dijo que su deseo era justo, pues tenía orden de probar la chinela a todas las jóvenes. Hizo sentar a la Cenicienta, y acercando la chinela a su diminuto pie notó que entraba en ella sin dificultad, quedando calzado como sí se hubiese amoldado en cera.
Grande fue el asombro de ambas hermanas, y subió de punto cuando la Cenicienta sacó del bolsillo la otra diminuta chinela, que metió en el pie que no estaba calzado. En esto llegó la madrina, quien tocando con su varita los vestidos de la Cenicienta los convirtió en otros aún más preciosos que los que había llevado.
Entonces las dos hermanas reconocieron en ella a aquella joven que habían visto en el baile y se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por los malos tratos que la habían hecho sufrir. La Cenicienta las levantó y les dijo abrazándolas que con toda su alma las perdonaba, rogándolas que siempre la amasen. Vestida como estaba, lleváronla al palacio del joven príncipe, quien la halló más hermosa que antes y casó con ella a los pocos días. La Cenicienta, tan buena como bella, mandó que sus dos hermanas se alojaran en palacio y el mismo día las casó con dos grandes señores de la corte.
FIN
Teatro folclórico. (Género dramático)
Debemos distinguir el texto teatral de la representación.
Los textos teatrales folclóricos se sustentan en la historia que se representa. Eran manifestaciones que hacía la gente del pueblo, y en clase las hemos dividido en tres tipos:
1.- Representaciones de carácter religioso. Como por ejemplo las representaciones y obras de navidad, de pascua... Constan de motivos religiosos y se suelen realizar en dichas épocas del año.
2.- Representaciones erótico-festivas. De las cuales muchas se han perdido. Por ejemplo; la llegada de la primavera con la Fiesta de las Flores. Estas fiestas se acompañaban de representaciones en las que los personajes las personas actuaban bajo los efectos del alcohol.
Marionetas de papel |
3.- Representaciones cómicas de la lengua de los cómicos de la lengua. Eran nómadas, lo que significa que nuca actuaban en el mismo sitio, sino que iban viajando de un pueblo a otro. Tenemos conciencia de ellas desde antes de la Edad Media.
Eran obras muy cortitas, en las que se interactuaba con el público cantando y haciendo juegos. Eran obras con el fin de entretener, en las que se hablaba de ladrones, prostitutas… Los personajes no eran actores profesionales, sino que era gente que necesitaba el dinero, que no sabían leer y eran analfabetos, por lo que generalmente se improvisaba. En España han existido hasta la época de posguerra.
También tenían obras para niños, se llamaban “Títeres de Cachiporra”, fotos representando con marionetas de manos, no de hilo (las marionetas de hilo no se utilizaban para esto porque eran muy caras y se usaban entre la gente noble y eran difíciles de manejar.
Marionetas de hilo |
El argumento consistía normalmente en un personaje principal (puede ser un chico), que tiene algo que aprecia mucho (puede ser una chica, un objeto…), y también hay un personaje malvado (un lobo, una bruja…) que intenta quitarle eso tan apreciado. Es entonces cuando empiezan a interactuar con el público. El chico, al final de la historia, acaba ganando al personaje malvado.
Poesía folclórica. (Género poético)
Hemos aprendido que existen dos tipos de poesía folclórica:
1.- Poesía que tiene que ver con los adultos, de carácter amoroso. La gente hacía cancioncillas de amor que tenían que ver con el pueblo. Estas fueron las primeras poesías que se pusieron por escrito.
Por ejemplo, Cantigas Galaicas; eran escritos portugueses que se pusieron por escrito en la Edad Media, trataban de amor y desamor. Una de ellas es Cántiga de amigo, que se remonta a finales del siglo XII, unos cuantos versos son:
Ondas do mar de Vigo
Ondas do mar de Vigo,
se vistes meu amigo?
E ai Deus!, se verra cedo?
Ondas do mar levado,
se vistes meu amado?
E ai Deus!, se verra cedo?
Se vistes meu amigo,
o por que eu sospiro?
E ai Deus!, se verra cedo?
Se vistes meu amado,
por que ei gran coidado?
E ai Deus!, se verra cedo?
También había canciones para acompañar los momentos del año; como los villancicos de navidad, canciones para la siega, para las bodas…
Estas poesías acompañadas de música, por lo tanto, estas canciones también iban dirigidas a los niños e iban ligadas a lo lúdico con juegos, bromas, burlas… Datan también del sigo XVI. Se recogieron por primera vez en el siglo XVI, aunque ya existían desde muchos años antes.
Actualmente, Pedro Cerrillo, Catedrático de literatura de la Comunidad de Castilla La Mancha, ha realizado varias investigaciones sobre textos folclóricos de literatura infantil. Este investigador nos dice que no debemos confundir la poesía folclórica (tradicional y que es improvisada) con la poesía popular (famosa, y que ha tenido un autor).
2.- Las oraciones y su uso de forma pagana. Se utilizaban porque querían proteger del mal utilizando personajes religiosos.
Un ejemplo que he recogido del aula y que voy a empezar a poner en práctica es: “Virgen santa, virgen pura, haz que apruebe esta asignatura”.
Otros ejemplos para niños pueden ser: “Desusito de mi vida, que eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón”
Otros se utilizaban para bendecir la mesa, o para antes de dormir como “Cuatro esquinitas tiene mi cama y cuatro angelitos que me resguardan”, que eran antiguos ritos de protección, nocturna para los niños, al igual que las nanas.
Duérmete, niño,
duérmete ya,
que si no vendrá el lobo
y te comerá.
duérmete ya,
que si no vendrá el lobo
y te comerá.
El folclore en verso tiene también una característica de la poesía de autor; el nonsense, porque se fundamenta en lo ideológico, sin sentido.
Muchas veces de generación en generación, también cambian las canciones, por ejemplo la canción de “Una, dola, tela, catola…” Nuestra profesora Irune nos ha contado que esta canción antiguamente se usaba para contar, sin embargo, ahora se utiliza y la conocemos para saltar a la comba.
Los juegos y las canciones populares del siglo XVI se han mantenido vivas durante muchos años y muchas generaciones, pero poco a poco se van perdiendo.
A mí, en particular me da mucha pena que se pierdan, así que, como maestra, trabajaré todo esto en el aula.
Prosa folclórica. (Textos en prosa: cuentos, relatos breves…)
Tienen las mismas características que los textos folclóricos, voy solamente a volver a nombrarlas:
̵ No tiene autor.
̵ Multitud de variantes.
̵ Son textos populares.
̵ No son textos infantiles.
- Dedicados a los adolescentes.
̵ No son textos machistas.
En estos textos se reflejan los deseos y los sueños de las clases populares.
Los cuentos folclóricos también se están perdiendo, es una pena que no puedan convivir con los textos de autor.
Es imposible conocer las versiones originales debido ha que ha habido han existido muchas variaciones a lo largo de los años, incluso han hecho adaptaciones cinematográficas.
Un ejemplo de cuento folclórico que nuestra profesora Irune nos ha proporcionado ha sido:
“EL REY PICO DE TORDO”
Un rey tenía una hija hermosa sobremanera, pero tan orgullosa y soberbia al mismo tiempo que ningún pretendiente le parecía bien. Despreciaba a uno tras otro y encima hacía mofa de ellos. Una vez dio el rey una gran fiesta e invitó a todos los hombres, de lejos y de cerca, con ganas de casarse. Todos fueron colocados en fila, según su rango: primero vinieron los reyes, luego los duques, los príncipes, condes y barones y, finalmente, los nobles. La hija del rey recorrió la fila, pero a cada uno tenía una pega que ponerle. Uno le parecía demasiado gordo: «¡Vaya tonel!», se decía; el otro demasiado alto: «Alto y largo, maldito lo que valgo»; el tercero, demasiado bajo: «¡Vaya retaco!»; el cuarto, muy pálido: «¡Ahí va la pálida muerte!»; el quinto, demasiado colorado: «¡Anda el coloretes!»; el sexto no andaba demasiado derecho: «Más torcido que un cayado», y así a cada uno le sacaba una falta, pero especialmente se rió de un buen rey que estaba a la cabeza de la fila y cuya barbilla le había crecido un poco torcida:
—¡Huy! —y se rió—. Ese tiene una barbilla como el pico de un tordo.
Y desde ese momento se quedó con el nombre de Pico de Tordo.
El anciano rey, cuando vio que su hija no hacía más que burlarse de la gente y que despreciaba a todos los pretendientes, estalló en cólera y juró que se la daría por esposa al primer pordiosero que llegara a su puerta.
Unos días más tarde, un músico empezó a cantar debajo de la ventana para ganarse con ello una limosna escasa. Cuando el rey le oyó, dijo:
—Hacedle subir.
Entró el músico con sus vestidos sucios y andrajosos, cantó ante el rey y su hija, y pidió, cuando había terminado, que le dieran un pequeño donativo. El rey dijo:
—Tu canto me ha gustado tanto, que te daré a mi hija por esposa.
La hija del rey se asustó, pero el rey dijo:
—He hecho el juramento de entregarte al primer pordiosero, y quiero cumplirlo.
No valió que protestara; llamaron al párroco y tuvo que casarse inmediatamente con el músico. Una vez hecho esto, dijo el rey:
—No es conveniente ahora que tú, siendo la mujer de un pordiosero, vivas por más tiempo en palacio. Así que ya te puedes ir con tu marido.
El pobre la sacó de allí cogida de la mano y tuvo que marcharse a pie con él.
Cuando llegaron a un gran bosque, ella preguntó:
—¿De quién es este gran bosque tan hermoso?
—Es del rey Pico de Tordo que quiso hacerse tu esposo.
—¡Ay de mí, pobre doncella, ojalá su esposa fuera!
Más tarde llegaron a una pradera, y ella volvió a preguntar:
—¿De quién es esta pradera tan hermosa?
—Es del rey Pico de Tordo que quiso hacerte su esposa.
—¡Ay de mí, pobre doncella, ojalá mi esposo fuera!
A continuación pasaron por una gran ciudad, y ella volvió a preguntar:
—¿De quién es esta pradera tan hermosa?
—Es del rey Pico de Tordo que quiso hacerte su esposa.
—¡Ay de mí, pobre doncella, ojalá mi esposo fuera!
—No me gusta nada —dijo el músico— que siempre estés deseando a otro por marido. ¿Acaso no soy suficientemente bueno para ti?
Finalmente llegaron a una casita pequeñísima, y entonces dijo ella:
—¡Ay, Dios, qué casa tan chica, y tan extraña!¿De quién será esta cabaña?
El músico contestó:
—Es tu casa y mi casa, y aquí viviremos juntos.
Ella tuvo que agacharse para poder entrar por la pequeña puerta.
—¿Dónde están tus servidores? —dijo la hija del rey.
—¿Qué servidores? —contestó el pobre—. Tú misma tendrás que hacer lo que quieras que se haga.
¡Enciende rápidamente el fuego y pon agua para hacer la comida, que estoy muy cansado!
La hija del rey no tenía ni idea de encender el fuego ni de cocinar, y el pobre tuvo que echar una mano para que todo saliera aceptablemente.
Cuando hubieron comido la escasa cena se acostaron. Pero a la mañana siguiente la sacó muy temprano de la cama para que se ocupara de la casa. Durante algunos días vivieron de esta manera, con esfuerzo y comiendo de las provisiones que había. Una vez dijo el marido:
—Mujer, esto no puede seguir así mucho tiempo: comemos y no ganamos nada. Tendrás que ponerte a tejer cestos.
El se marchó, cortó mimbres y los trajo a casa. Ella comenzó a tejer, pero los duros juncos la lastimaban pinchándole sus delicadas manos.
—Ya veo —dijo el hombre— que esto no marcha; será mejor que hiles, quizá lo sepas hacer con más facilidad.
Ella se sentó e intentó hilar, pero el rudo hilo le cortó los blancos dedos, de manera que la sangre le manaba de ellos.
—¿Ves? —dijo el hombre—. No sirves para hacer ningún trabajo, no he tenido mucha suerte contigo. Intentaré negociar con ollas y vasijas de barro; tú irás al mercado y pondrás la mercancía a la venta.
—¡Av! —pensó ella—. Si llega gente del reino de mi padre al mercado y me ven allí sentada vendiendo, cómo se van a burlar de mí...»
Pero no le sirvió de nada lamentarse y tuvo que obedecer, si no quería morirse de hambre. La primera vez todo salió bien, pues la gente compraba gustosamente a la mujer, porque era hermosa, y le pagaban lo que pedía, e incluso muchos le daban el dinero y le dejaban las ollas. En lo sucesivo vivieron de lo que ella había conseguido mientras les duró. Luego el marido volvió a comprar una tanda de cacharros de cocina. Ella se sentó en un rincón del mercado y los colocó a su alrededor y los puso a la venta. Pero de pronto pasó como un rayo un húsar borracho, cabalgando precisamente por encima de las ollas, de tal manera que todas saltaron en miles de añicos. Ella empezó a llorar v no sabía qué hacer del miedo que tenía.
—¡Ay, qué me pasará! —gritaba ella—. ¿Qué va a decir a esto mi marido?
Volvió corriendo a casa y le contó la desgracia.
—¿A quién se le ocurre sentarse en un rincón del mercado con una batería así? —dijo el marido—. Deja de llorar, ya me doy cuenta de sobra: a ti no se te puede utilizar para ningún trabajo decente. He ido al palacio de nuestro rey y he preguntado si necesitaban una moza que ayude en la cocina, y me han prometido que te emplearán. A cambio recibirás comida gratis.
Pues bien, ahora la hija del rey era un pinche de cocina, tenía que ayudar al cocinero y hacer el trabajo más ingrato. Se ató a ambos bolsillos una ollita con una cuerda y en ellas traía a casa lo que le correspondía de las sobras y con eso se alimentaban. Aconteció que se celebró la boda del hijo mayor del rey, y entonces la pobre mujer subió, se colocó ante la puerta del salón y quiso mirar.
Cuando las luces estaban encendidas y todo brillaba de lujo y magnificencia, y entraba cada vez un invitado más hermoso que el otro, recordó su suerte con corazón pesaroso, y maldijo su orgullo y soberbia que la habían denigrado y la habían hecho caer en aquel estado de pobreza. De las exquisitas viandas que eran llevadas y sacadas de allí y cuyo olor llegaba hasta ella, le lanzaban los sirvientes a veces unos cuantos trozos, que ella metía en sus ollitas para llevárselas a casa.
De pronto apareció el príncipe, que iba vestido de terciopelo y seda, con cadenas de oro alrededor del cuello, y que cuando vio a la hermosa mujer en la puerta, la cogió de la mano y quiso bailar con ella, pero ella se negó y se asustó, pues vio que era el rey Pico de Tordo, que la había cortejado y que ella había rechazado. Su resistencia no le sirvió de mucha ayuda; él la arrastró hasta la sala, pero en aquel momento se rompió la cuerda de los bolsillos, y las ollas se cayeron al suelo, de tal manera que se derramó la sopa y saltaron los pedazos de comida. Cuando la gente vio esto se originó una risa y burla general, y ella sintió tal vergüenza que hubiera querido que se la tragase la tierra. Salió corriendo por la puerta y quiso huir, pero en la escalera la detuvo un hombre y la volvió a llevar al salón y, cuando ella miró, vio que era otra vez el rey Pico de Tordo. El, sin embargo, le habló afablemente:
—No temas, yo y el músico que ha vivido contigo en la casucha miserable somos la misma persona; por amor a ti me disfracé de esa manera, y el húsar que te rompió los cacharros también fui yo. Hice todo eso para vencer tu orgullo y castigarte por la soberbia con que te burlaste de mí.
A continuación ella lloró amargamente y dijo:
—He cometido una gran injusticia y no soy digna de ser tu mujer.
El, sin embargo, dijo:
—Consuélate, los malos tragos han pasado ya; ahora celebraremos nuestra boda.
A esto llegaron las camareras y la vistieron con los trajes más lujosos, y vino su padre y toda la corte le deseó mucha felicidad en su boda con el rey Pico de Tordo, y la alegría comenzó a reinar en aquel momento. Me hubiera gustado que tú y yo también hubiéramos estado allí.